Querido nieto:
Hoy quiero hablarte de admiración. Y no te hablo de la que se siente por deportistas, actores, o músicos… Me refiero a la de verdad. A la que deberíamos sentir por esas personas que no se juegan todo en un simple partido, sino que tienen que hacerlo durante toda su vida. A las que no ruedan películas, pero en su vida tienen que afrontar un guión complicado. A las que no tienen fama, ni sueldos millonarios, pero por dentro son las más ricas del mundo. Te hablo de esas personas que parecen héroes por todas las dificultades que logran superar. Las que no eligen luchar contra un malvado, sino que les toca hacerlo contra una enfermedad. Ellas, las que son un verdadero ejemplo a seguir. Las que nos hacen reflexionar y apreciar cada momento que nos regala la vida, por pequeño que sea. Las que a pesar de todo son capaces de sonreír, levantarse y agradecer a Dios por un día más…

Sin ella saberlo, su ejemplo ha servido para dar una lección a todos los que la rodean quienes destacan y admiran "la manera con la que se ha enfrentado a este obstáculo que se ha encontrado en el camino". Ella es fuerte, valiente, luchadora. Ella es grande por fuera, pero sobre todo, por dentro. Ella tiene ese valor que todos quisiéramos tener. Ella es una valiente.
Y es con ejemplos como este cuando cobra sentido esta frase, querido nieto, "los retos más difíciles, Dios, se los pone a los más valientes".
Publicación para la revista SEMENTERA: Mundo Rural en Palencia (noviembre 2015)